Mientras la policía municipal nos guiaba del sucedáneo de camerino que era esa pequeña oficina del ayuntamiento al escenario, me era imposible tener experiencia sensible distinta a los gritos del público eufórico, la manera en que retumbaba el suelo debido a los brincos de tantos que tenían esperando desde la tarde la aparición del grupo que cerraría el día de la gran fiesta.
Subimos escoltadas por los elementos de seguridad, caminábamos detrás de esos hacedores de sonidos y nos colocamos a la orilla del escenario, desde donde podíamos ver a los músicos muy de cerca y a los asistentes en toda su extensión. Tantas veces había estado yo abajo, gritando, brincando, cantando y bailando, esa noche me tocó estar del otro lado del espejo.
De entrada te olvidas de las subjetividades, la gente de abajo es indistinguible, todos gritan, todos corean las canciones al pie de la letra, nada de recordar " x traía camisa azul esa noche" , pero eso sí ,si se da la ocasión, a todos saludarás como si fueran amigos de años, al fin que ellos te hacen, ellos te han puesto en ese pedestal, ellos han dejado la comodidad del lecho por estar apretujados a media noche en la explanada.
Ante ese cariño y esa vehemencia, lo único que le queda hacer al músico es hacer bien su trabajo, dar el show esperado que empieza desde conservar intacto al personaje : vestimenta pulcra, adecuada, llevar el elemento por el que la gente lo identifica ( el peinado o los accesorios), decir las frases esperadas e icónicas de la banda, pero sobre todo tener un setlist gourmet, al que nadie se resistiría. Las canciones que todo mundo sabe , hasta los no doctos.
¿Cómo lograrlo? Con disciplina, con entrega, con respeto y amor al oficio. Sobre la tarima no faltan las cervezas y el whisky , los músicos viven su propia fiesta a pesar de ser la enésima vez que ejecutan uno de sus éxitos , alguien se equivoca " medio compás" y voltean a verse entre ellos a manera de reproche o para coordinarse. No hay de que preocuparse, seguramente allá abajo nadie se dio cuenta, hay que seguir disfrutando. La gente ve el todo sobre el escenario, lo que la enardece, espera el momento en que suene la canción romántica para besar a la novia o las canciones de despecho para brindar con los amigos, chocar las cervezas y jurar una vez más que olvidaremos al otrora amor.
En tanto, bailo, canto y rio con mis acompañantes. No dejo de ser seguidora de la banda por estar en ese sitio y desde esa perspectiva. Sin embargo ahora sé todo el trabajo de equipo y lo que implica dar un espectáculo así, el compromiso que es pararse ante toda una comunidad y mostrarse alegre, entregarse , a pesar de haber realizado otras presentaciones horas antes o viajes larguísimos de carretera, los aplausos lo valen y también las pizzas y los ríos de cerveza.
Al bajar del escenario regresamos a la oficina donde se hallan los estuches de los instrumentos y llega el momento de hacer inventario final de lo ocurrido allá afuera. La ropa sucia se lava en casa, por lo que me dedico a husmear en los pequeños detalles, algo que me haga saber más de ellos " compran en Guitar Gear" ( el negocio de unos buenos amigos) y entonces alguien indica que ya es hora de partir, que la van en la cual hemos llegado ya se va.Nos despedimos rápidamente de los integrantes que ahí están, me tomo una foto con un amigo de hace años, y en un oído profiero un "pórtate bien". Otra vez a la carretera, a escuchar a Morrissey y hablar de Passolini, las casetas, las luces de los poblados cercanos , que titilan como los ojos de cada alma congregada en la plaza esa noche.
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