Roberto Arlt presenta una novela del desencanto, la misma que en épocas recientes realizaran Bret Easton Ellis o Douglas Coupland. Solo que en Arlt no hay música de Nirvana ni The Who. Si tuviera música seria Que poca fe de Carlos Gardel, pero no lo necesita. Su musicalidad esta oculta en ese estilo desgarbado, en esa falta de cuidado estilístico. Sus bajones melódicos están mimetizados con las meditaciones de Erdosain y el lado lúdico con el Astrólogo. La diferencia radica en que Arlt no se queda contemplando su realidad en Palm Springs mientras toma el sol o bebe cerveza, ni se olvida de todo con una línea de coca en Nueva York, sus drogas son la ciencia y la reflexión mientras camina por los barrios de Argentina, en una era sin MTV. Para el, el sexo no es un escape ni el vacío intercambio de fluidos, sino materia prima para hacer florecer una economía. El autor a partir de ese desencanto, plantea la posibilidad de una realidad diferente con un orden determinado.
La obra plantea una crítica al modelo capitalista, a su imperio en el que unos pocos son los que obtienen beneficios y el resto se queda al margen, como espectador. El resto de estos espectadores, si bien pueden quedarse estáticos, conformes con esa situación, también pueden asumir una postura en la cual la inconformidad los lleve a crearse una realidad que vaya conforme a sus intereses. Ante el sistema imperante, el inadaptado será un perseguido, un criminal, un soñador, un loco, como Erdosain, como el Astrólogo, como el Rufián Melancólico, como Ergueta, como Hipólita o el Buscador de Oro.
Este loco tiene nostalgia, no de un ayer, sino de un presente, de lo que podría ser distinto. Erdosain podría ser un gran científico, y estaría con Elsa. Esta triste, tiene un vacío. El loco carece de ambiciones superfluas, no lucha contra su situación (en este aspecto, raya en el estoicismo) simplemente se deja llevar. Y en esa marea, se dedicará a romper las reglas, vive fuera de la ley. Sin trabajo estable, sin familia, vive entre semejantes: meretrices, estafadores, arruinados. Sin futuro. Mente brillante que está al margen. Esta negado, no existe; entonces Erdosain piensa: si cometo un delito sabrán de mi existencia, seré perseguido y me conocerán.
Y ese margen, ese sentimiento de no pertenencia hace al loco un tanto crítico. Lo provee de lucidez. Este sentimiento crítico lleva al loco a imaginarse un sistema en el cual sus ilusiones sean factibles. Es cuestión de organización, de proveerse de los elementos necesarios para su realización, contar con la gente adecuada y los recursos indispensables.
En esta realidad alterna, el Astrólogo y compañía se conducirán por dos preceptos: el florecimiento de la economía vía la proliferación de prostíbulos y la creencia en Dios. La mujer se convierte en proveedora gracias al mercadeo de sus carnes, ella que tanto le gusta ser humillada será útil de este modo. Y Dios, soporte del hombre, sin el, la vida de este carece de sentido. La ausencia de Dios es la causa de la desdicha de los hombres, si el hombre creyera seria feliz, tendría estabilidad. En tanto, mientras que la gracia divina no toque al hombre, el errara en su condición de mortal, será presa de su albedrío. Expulsado del Edén, el lado oscuro no será un hogar, sino un lugar que le ha sido conferido, el que marca la diferencia, y desde el que tendrá que operar para poder regresar al Paraíso. Asi, nuestros locos utilizan el delito como medio para consolidar su utopía.
Pero el loco, como ya se indico, es ante todo soñador. Su utopía se queda en la teoría. La praxis queda guardada para otro momento, o tal vez para otros personajes más despiertos o menos cobardes.
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